Siempre me he cuestionado sobre el tiempo de los adultos mayores, sin duda son personas valiosas que realizaron su mayor esfuerzo y dieron todo y más a lo largo de su vida, construyeron una familia, abastecieron lo necesario, educaron y criaron sus hijos, ¿acaso no es momento de llegada su vejez simplemente descansen y puedan ser retribuidos por sus hijos los grandes esfuerzos que hicieron por ellos? Cuando me imagino una persona mayor y veo a mi abuelo, no me imagino que a su edad tenga aun que trabajar, parte el corazón ver el abandono estatal a nuestros adultos mayores, o peor aún, impotencia por esos “hijos” que no cuidan de sus padres, pero eso no significa que sean improductivos para la sociedad, o que mucho menos debamos dejarlos de lado hasta la espera de su deceso. Nuestros adultos mayores representan la sabiduría de nuestros territorios, esa misma que hemos dejado de lado muchas veces, representan ejemplo de vida, de tenacidad, de coraje y por supuesto de orgullo.
Una de esas historias, de esas que inspiran, que llenan, y sobre todo te hace valorar lo que posees es la historia de Marianita Timana, una mujer guerrera, dedicada a sus hijos, que puso en ellos todas las bases para que puedan ser grandes personas, pero que una vez entrada a su vejez le reprochan no quedarse descansando o dedicarse a actividades que no involucren salir del hogar, sin embargo, en su “rebeldía” doña Marianita encontró un lugar, donde sentirse útil como ella lo dice, acompañada y sobre todo feliz, un lugar que la transporta a su juventud, que aun sabiendo la dureza de este y pese a su edad, nunca le dijo no, el campo, ese mismo que la vio crecer y el mismo que la verá envejecer; Marianita no realiza las actividades en el campo por necesidad, pues “Gracias a Dios como ella menciona, tiene lo necesario”, lo hace por pasión, porque es más satisfactorio para ella cultivar alimentos que sus vecinos, sus familiares e incluso yo consumiré, alimentos sanos, sin químicos, que quedarse en su casa sin hacer nada, sintiendo que su vida acabó y no tiene un propósito más, pero no.
Doña Marianita me ha enseñado que la edad solo son números, cifras sobre mi experiencia aquí en la tierra, pero que no representan mi capacidad para hacer las cosas, aprender algo nuevo o hacer algo con la pasión con la que ella realiza sus labores de agricultura.
Doña Marianita me enseño en unas horas sus ganas de querer aprender, me enseño su tenacidad, me enseño sus miedos, me enseño inclusive a hacer torta de espinaca y son historias que guardaré para siempre en mi memoria y mi corazón, pero sin duda alguna lo que quiero aplicar en mi vida es aquella frase que compartió conmigo:
“nosotros no estamos acabados, por el contrario, podemos hacer cosas grandes.”, haciéndome una invitación a que sin importar la edad somos capaces de hacer todo lo que la vida nos traiga en el camino, que los límites están en la mente, pero no en nuestra capacidad o en nuestra edad, que nunca es tarde para aprender, que vinimos a este mundo para tener un constante aprendizaje y dejar huella, como ella la dejó en mí.
Katherin Torres Eraso
Socióloga ParqueSoft Nariño