Muchas veces tenemos muchos sueños y a su vez muchos miedos que afrontar en nuestras vidas, creemos que lo que aprendemos, es lo único que no servirá a futuro. Pero en esta ocasión el mundo me dio un cambio de 180 grados, conociendo muchas experiencias que me generan alegría y nostalgia, alegría por tener una expectativa de brindar una semilla pensamiento, un conocimiento que es esencial en las personas que trabajan para enviarnos un kilo de papita o una canasta de mora o quizá la bolsa de leche que compramos en la tienda. También me llena de nostalgia recordar a mis abuelos que desde su labor como agricultores me han enseñado lo importante de no perder el contacto con mis raíces, la herencia que a veces se nos olvida cuando nos contagia el ritmo monótono de la ciudad. Sin embargo, fue en esos días de aventuras y de aprendizajes, donde tuve teniendo la oportunidad de conversar con mi amigo Manuel, un experimentado productor de Guachucal, quién me hizo reflexionar sobre la importancia de compartir en familia, de cómo cuidar nuestro medio ambiente.
Cuando estás en el fogón de la cocina, entras en calor, estás preparando la comida; pero ya no es el calor que se emite por el fuego de la leña, sino la esencia y el cariño que se expresa mientras se cocina y nunca tenemos en cuenta ese bonito gesto que podemos compartir en la cocina o en el caso de nuestros amigos “la tulpa”.
La tulpa nutre y fortalece; cada vez que viajamos fortalecíamos su experiencia sobre el manejo de los computadores hasta herramientas informáticas y la mayor satisfacción es ver el entusiasmo de seguir aprendiendo, esta es mi mayor alegría y quisiera seguir sembrando nuevos saberes donde todos podamos soñar y llegar lejos arriesgando muchas cosas por el bienestar de los demás.
Como seres humanos hemos descuidado nuestra casa, y debemos reaccionar en lugar de aislarnos, seamos una tulpa con ideas creativas que echemos raíces y abono por donde el campo sea estéril, seguir plantando arbolitos donde el agua pueda correr y escuelas donde los niños y los más experimentados puedan seguir alimentándose de conocimiento, sembrando saberes como cuando desde pequeños nos enseñaban a cuidar nuestra primera plantica de frijol.
La tulpa es un sinónimo de entretejer experiencias y sueños que se logran como el cultivo del maíz; se siembra a través de las tradiciones, se cuidan con trabajo en equipo y se cosecha compartiendo lo aprendido. Suena fácil, pero se labra duro y gracias a ellos crecemos y aprendemos diariamente, desde que canta el gallo a las 5 am, hasta la hora de la merienda, es importante reconocer el legado histórico de cada persona que se esfuerza por aprender una nueva forma de comunicarse y expandir su mercado a otros mundos.
Kevyn Pinto Rodríguez
Sociólogo ParqueSoft Nariño